sábado, 31 de octubre de 2020

UN HALLOWEEN A LO GUAYACO.















 

UN HALLOWEEN A LO GUAYACO.

Como sabemos, el 31 de Octubre es el Día del Escudo Nacional del Ecuador, fecha que comparte desde hace algunos años en nuestro medio, con la popular celebración del Halloween.

Según creencias de los antiguos celtas, que aún perduran en el mundo occidental, los espíritus vagaban libres en la festividad conocida como Samhain, que coincidía con el 31 de Octubre. Con la evangelización cristiana, se impuso el 1 de Noviembre como el Día de los Fieles Difuntos y al día anterior, se lo empezó a conocer como “All Hallows Eve” o víspera de Todos Los Santos (de allí vendría el nombre de Halloween). Aún se cree que en el breve segundo de transición entre el 31 de Octubre y el 1 de Noviembre, podría desatarse todo el mal sobre el mundo.

Cuando se recibió el encargo de desarrollar el volumen 2 de Leyendas Guayaquileñas en Memorias Guayaquileñas # 10 (imagen 1 Portada), lo primero como siempre fue definir a los narradores y su motivación para narrar estas historias, a modo de un Halloween en versión nacional, teniendo lugar al filo de la medianoche del 31 de Octubre, mientras los jóvenes hacían una peña alrededor de una fogata en las playas de Posorja.

Luego y como un guiño a los lectores, se definió que los nombres de los narradores serían Hugo, Paco y Luis (sí, del mismo modo en que conocimos a los sobrinos del Pato Donald) y un cuarto llamado Miguel (en clara referencia a Mickey Mouse, y los acompaña un perro, en clara alusión a Pluto). Uno de ellos se disfrazaba de Michael Jackson, como parte de una tarea universitaria y les daba un susto (imagen 2), pasado el cual, surgía la idea de narrar las leyendas que contaban los abuelos. De esa forma y de manera indirecta, varios íconos de la cultura popular USA, narrarían leyendas ecuatorianas, en “revancha” por la intromisión del Halloween en Ecuador.

La trama giró alrededor de 3 leyendas locales, a lo que se sumó la inclusión de algunos mitos y creencias, como el Tin Tin, el canto de las lechuzas o la misteriosa aparición de pollitos, los gatos negros, etc (imágenes 3 a 5).

- Del duende Tin Tin, hay quienes dicen que su origen se remonta al dios Tin de los Punáes, representado por un murciélago y que en el comic se lo mostró volando y ocultándose luego entre unos matorrales, así como con la presencia de unos ojos que acechaban a los narradores (imagen 3) y con el piar de un pollito: Una de las formas que tiene el Tin Tin de atraer a sus víctimas, sobre todo a los niños, es con el piar de un pollito o tomando la forma del mismo. De esa forma, consiguen que su víctima se aleje de su casa o del cuidado de sus padres, para atraparlo (imagen 4).

- En cuanto a las lechuzas, son tenidas por aves de mal agüero, que anuncian la muerte de alguien cuando chillan cerca de una casa (imagen 4), sobre todo de niños “moros” o no bautizados. El historiador Emilio Estrada las identificaba como el “símbolo de la muerte” recurrente en objetos cerámicos de las antiguas culturas de la Cuenca del Guayas.

- Y con respecto a los gatos negros, es un mal augurio que uno se cruce delante de una persona, yendo de izquierda a derecha. A los gatos negros, se los asociaba con las brujas, creyéndose que eran sus familiares o que la gente malvada se reencarnaba en estos.

Las leyendas narradas en este número, fueron:

- “El ataúd ambulante”, la trágica historia de la joven Mina, hija de Chauma, cacique de los Daulis. La joven se enamoró de un joven español y se casó con él en secreto y se bautizó como cristiana, lo que enfureció a su padre, quien al enterarse, la maldijo, por haber renegado de los suyos y de sus creencias. La condenó a muerte a ella y su descendencia, que vagarían eternamente sin hallar descanso.

Dado que la maldición era pronunciada por Chauma en una noche que se había desatado una furiosa tormenta, se hizo énfasis en esto, mostrando las agoreras palabras del cacique en medio de rayos y truenos y haciendo que su dictamen final “¡Maldita seas!”, pareciera flotar en el aire (imagen 6), hasta desaparecer en la primera viñeta de la página siguiente, donde Mina se desmayaba por la impresión, al tiempo que en ominosa señal, aparecía una lechuza en la ventana. Chauma había desaparecido en medio de los rayos.

Tras quedar embarazada Mina, la maldición se cumpliría al dar a luz, muriendo la madre y su bebé. Su esposo cumplió la petición de ella de no enterrarlos, sino depositarlos en una canoa y dejar que la corriente del río se la llevase. Pero al hacer esto, la canoa pareció cobrar vida, empezando a ir sola de un lado a otro del río, para susto del pobre hombre. A partir de allí, se cuenta que muchos han visto una canoa que va sola por el río, llevando su carga espectral, seguida por un enjambre de moscas y que más de una vez ha embestido a otra embarcación, haciéndola naufragar (imagen 7).

Claro que como toda maldición o encantamiento, tiene su contra y se dice que a la medianoche de cada 25 de Febrero, este pierde fuerza y la canoa queda inmóvil, pudiendo ser capturada por el valiente que se arriesgue… o que quiera pagar las consecuencias (imagen 8).

- “Po – sor – já” (imagen 9), es la historia de una misteriosa joven rescatada de las aguas del mar siendo aún una bebé, por los pobladores del pueblo indígena que hoy lleva su nombre. De cabellos rubios y piel muy blanca, lo que le dio su nombre que significa “espuma del mar”, llegó en una barcaza que tenía unas extrañas runas. Cabe decir que en América hay muchas historias acerca de la presencia de humanos de piel blanca, antes de la llegada de Colón.

Era muy querida por su pueblo por su gran capacidad de empatía y se ganó el respeto de todos al mostrar muy pronto grandes habilidades premonitorias, lo que llevó a que llamara la atención de Huayna Cápac, quien llegó con su ejército hasta el pueblo y pidió que la joven le dijera su futuro (imagen 10). Se dice que luego de escucharla, el gobernante inca no volvió a ser el mismo y se convirtió en un muerto en vida.

Tiempo después, el joven Atahualpa quiso también conocer a la joven, dado el efecto que causó en su padre, aunque llegó herido al pueblo, tras un enfrentamiento con los bravos Punáes, siendo atendido por Po – sor – já (imagen 11), quien luego le revelaría su futuro. Asustado tras la revelación, el joven monarca quiso acabar con ella; pero, e cielo se oscureció y el mar embraveció y la joven desapareció entre las olas, no sin antes dictaminar que los días del imperio de los Incas estaban contados.

- “La viuda del tamarindo”. De ella, se decía que era la esposa de un soldado en la época de la Colonia y que tras matarlo, fue condenada a velarlo por toda la eternidad, al pie de un añoso árbol de tamarindo, que se encontraba en el llamado Barrio de El Bajo, alumbrándose con una lamparilla que daba una luz mortecina. Esta aparición se presentaba a aquellos que andaban en la calle hasta altas horas de la noche.

El aspecto del personaje era el de una mujer totalmente vestida de negro, su rostro cubierto por un velo que solo dejaba entrever una misteriosa luz que salía de sus ojos, que se desplazaba flotando en el aire, pues sus pies nunca tocaban la tierra y que llevaba en la mano su infaltable lamparilla (imagen 12).

Otro aspecto, en parte narrado por quien afirmaba haberla visto, era el de los cambios notorios en el ambiente, como presagiando la presencia sobrenatural: la repentina baja de la intensidad de la luz; el nerviosismo de los perros, que empezaban a gruñir como si viesen algo que el espectador no podía ver, para luego empezar a dar aullidos lastimeros (imagen 13); y, la repentina baja de la temperatura (imagen 14).

Ante su presencia, el testigo quedaba momentáneamente paralizado, obligado así a ver todo lo que ocurría. La Viuda se ubicaba al pie del tamarindo y la tierra se abría en ese momento, dejando a la vista el ataúd, que era velado por varios minutos, transcurridos los cuáles, el ataúd volvía a quedar bajo tierra. La Viuda se levantaba y se dirigía hacia el aterrado testigo, quien justo en ese momento recuperaba la movilidad y huía despavorido.

Imágenes originales de archivo, del comic Memorias Guayaquileñas # 10, con arte de Lex Campuzano y Pedro Benalcázar, bajo guiones de Alfredo García.

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