miércoles, 4 de octubre de 2017

JAMES BOND: LA RAREZA DE HILDEBRAND.


JAMES BOND: LA RAREZA DE HILDEBRAND.

Las novelas de Ian Fleming acerca de James Bond, el agente del MI6 británico, no solo fueron llevadas al cine, sino que también tuvieron su adaptación a los comics.

Ha habido ediciones inglesas, de USA, suecas, alemanas, chilenas, e incluso tiras de prensa, manga y algunas ediciones paródicas. Entre 1968 y 1970, la editorial chilena Zigzag, publicó por convenio con Albon Internacional Inc. y Glidrose Publications Inc. (Londres), un total de 59 comics adaptados de las novelas y películas o totalmente originales. El guión y adaptación estaba a cargo de German Gabler A., y el arte por Hernán Jijón. En las contraportadas y portada interior de los comics, había una sección dedicada a detallar el tipo de armas y vehículos que usaba un agente secreto.

Un hombre acudía a encontrarse con un contacto en un centro nocturno de Londres, el Crazy Cavern; pero, al llegar al rincón apartado del local donde este lo esperaba, lo encontró muerto. En eso, sintió que alguien presionaba su espalda con un arma. Era el asesino que ahora pretendía acabar con lo que había empezado y lo llevó en dirección del baño de caballeros, donde la providencial aparición de una chica que se había equivocado pensando que era el de mujeres, distrajo al malhechor lo suficiente como para que el hombre reaccionara y terminase despachando al agresor, que ya nunca más haría daño a alguien.

El hombre salió de inmediato y una chica se le acercó, pues para ella, el individuo no era del tipo de los que frecuentaban el Crazy Cavern. Él contestó que había querido cambiar de ambiente y la invito a salir. La joven se identificó como Dolly y él contestó “Yo soy Bond… James Bond.”

Poco después, “M” encargaba al 007 investigar los rumores de una posible sublevación instigada desde Ceilán (Sri Lanka) y denunciada por el Almirantazgo en las Maldivas, así que su misión sería ir a las Islas Seychelles (en el Océano Índico) y ver qué estaba pasando. Ya en las Seychelles y tras comprobar que todo estaba en orden, Bond aprovechó para bucear y hacer algo de pesca submarina con arpón, cazando a una raya de al menos 3 metros de largo, esquivando cualquier golpe de su cola de espinas venenosas, a la que llevó hasta la playa, donde lo esperaba su amigo Fidele Barbey.

La familia de Barbey era dueña de buena parte parte de las propiedades en las Seychelles. El recién llegado preguntó a Bond si acaso deseaba conservar la cola del animal, en alusión a una costumbre del lugar, donde dicha parte se conservaba para castigar a las mujeres infieles y este contestó que no, pues no estaba casado. Barbey le dijo a Bond que tenía buenas noticias, pues había llegado a puerto el “Wavekrest”, lujoso yate del multimillonario Milton Krest, propietario de una famosa cadena de hoteles, que andaba en busca de un pez muy raro que solo se lo encontraba cerca de la Isla Chagrin y el magnate lo había contratado como guía y dado que había recomendado a su amigo británico como un gran buceador, su sugerencia había sido aceptada.

Ya en el yate de Krest, Bond se sintió molesto por el comportamiento altanero y pedante del magnate y la forma de dirigirse a su quinta esposa, la joven Liz, de quien dijo que estaba seguro que ella no estaba con él por su dinero. Krest dejó solos a Liz y a Bond, mientras él se dirigía hacia con Barbey, a quien llamaba “Fido”, a dar instrucciones al piloto de la nave.

Luego, Bond subió a cubierta, para observar la partida del yate y allí lo encontró Krest, quien le aclaró que quien mandaba allí era él, con lo que el británico no tenía problema. Krest invitó a Bond a recorrer el yate y pasaron por el camarote de Liz, donde ella terminaba de alistarse. Allí, Bond notó sobre una mesa una cola de raya y le hizo un comentario a Krest, quien le dijo que sabía que era algo ilegal; pero, que su yate se regía por las leyes norteamericanas y no de las Seychelles.

Al rato, se reunieron Krest, Liz, Barbey y Bond, explicándoles el magnate el motivo de su expedición: La Fundación Krest prestaba invaluables servicios consiguiendo especimenes marinos raros para importantes instituciones como el Smithsoniano, lo que le permitía deducir una buena cantidad de sus impuestos, aunque admitió que el yate había sido construido con fondos de esta. Ahora, se requería buscar un pez muy raro, el llamado “Rareza de Hildebrand”, que solo se encontraba en el sector de la Isla Chagrin, del que hasta ahora, solo se había pescado uno en 1925, lo que requeriría de su parte miles de dólares; pero, con lo que demostraría que su Fundación no era una farsa como algunos decían. Liz cometió entonces el error de decir ante todos que la Oficina de Impuestos de USA había advertido que no reconocerían los últimos 5 años, si no llevaban un verdadero hallazgo científico. Molesto, Krest le dijo que le esperaba el “corrector”.

Dos días después, empezaba la búsqueda en la Isla Chagrin, con Barbey y Bond como buceadores. El día anterior, Liz no había salido de su camarote, tras el castigo impuesto por Krest y mientras buceaba, Bond no dejaba de preguntarse cuánto tardaría la joven en rebelarse. La búsqueda matutina no tuvo éxito y solo se reportó el avistamiento de dos tiburones tigre por los arrecifes, así que habría que tener cuidado. A la tarde lo intentaron de nuevo y se unió a ellos un buzo afroamericano, aunque con tan mala suerte, que al sumergirse, rozó con una roca que estaba muy superficial, causándole una herida en el hombro izquierdo que empezó a sangrar y atrajo a uno de los tiburones tigre.

Bond fue en ayuda del hombre y disparó su arpón y aunque hirió al escualo, no fue suficiente y este arremetió contra el agente, que ya no podía contener más la respiración bajo el agua; pero, que no podía subir a la superficie, pues sería presa fácil del animal herido y decidió esperarlo cuchillo en mano. Un providencial disparo de arpón de Barbey acabó con el tiburón y Bond pudo salir a la playa, donde los esperaba un furioso Krest, que arremetió contra el buceador afroamericano golpeándolo y hubiera seguido haciéndolo, si no fuera porque el 007 lo agarró, diciéndole que no contara más con él, ante lo cual el magnate se tranquilizó.

Al día siguiente, el propio Krest se unió a la búsqueda y cada uno buscó en un área específica, consiguiendo Bond avistar uno, por lo que avisó a los demás. Krest dijo entonces que contaba con un veneno químico llamado Rotenone, sustancia que contrae las agallas de los peces y los sofoca. El producto mataría a todos los peces alrededor; pero, el químico era inofensivo para los humanos. La idea era que Bond diera el aviso cuando avistara nuevamente al pez y Krest se encargaría de verter el veneno, junto a Barbey.

Bond estaba contrariado por lo que iba a pasar, pues muchos peces morirían por la ambición de Krest; pero, al menos podría asegurarse que no atrapaba al que buscaba, así que se sumergió y al ver al pez, se esforzó por espantarlo y luego emergió para dar la señal para que vertieran el veneno. Todo iba bien, aunque Bond no contaba con la obstinación del animalito, que volvió y ya fue imposible evitar que muriera. Bond entregó el especimen muerto a Krest y se alejó furioso, nadando hacia la playa.

Llegada la noche, Krest organizó un festejo en su yate. Ya había notificado al Smithsoniano de su hallazgo, que lo tenía preservado con químicos. Krest estaba tan eufórico, que se dedicó a hablar mal de todo el mundo y de manera especial acerca de los países de sus invitados. Bond se fastidió y salió a tomar aire a cubierta, seguido de Liz, con quien empezó a charlar. Poco después, apareció Krest y acusó a Liz de estar coqueteando con Bond, ante lo cual el británico ya no se contuvo y se lanzó contra el magnate, a quien protegieron sus guardaespaldas; sin embargo, estos no pudieron contra el 007 y Krest llamó a la calma.

Krest le dijo a Bond que bien podría haber dado la orden para que sus hombres lo lanzaran por la borda y luego hacer que el yate maniobrara para que las hélices lo despedazaran, así que lo invitó a tomar las cosas con calma. Bond juró para su interior que ya ajustaría cuentas con el magnate y decidió quedarse a dormir en cubierta, por lo que adecuó el lugar. Fue en eso que escuchó los gritos de Liz, mientras era golpeada por Krest con el corrector.

Al rato, Bond escuchó pasos en la cubierta donde se hallaban los botes de emergencia y asumió que era Krest que había salido para recostarse en la hamaca que tenía en el lugar y poco después, se oyeron ronquidos. Cuando Bond empezaba a conciliar el sueño, escuchó el sonido de un golpe, como el de un cuerpo cayendo al piso y deseó que Krest se haya roto la cabeza; pero, después escuchó un pataleo desesperado y asumió que alguien se asfixiaba, por lo que subió de inmediato.

Bond encontró el cuerpo inerte de Krest, cuyo rostro reflejaba una mueca de espanto y tenía su boca abierta, de la que sobresalía la boca de un pez, la Rareza de Hildebrand. Bond asumió que bien pudo ser una venganza de Liz por el trato que recibía o de Fidele por el trato grosero y las burlas hacia él por parte del magnate. Sin embargo, Bond era un sospechoso adicional por sus diferencias con Krest, así que optó por lanzar el cadáver por la borda y cortar las cuerdas de la hamaca en forma tal que pareciera que habían cedido y que el cuerpo del magnate había caído al mar, esperando eso sí, que en las Seychelles no hubiese un buen criminalista.

En la mañana, nadie había notado la ausencia de Krest, hasta que Liz fue a buscarlo y vio que la hamaca estaba rota; pero, el magnate no aparecía. Bond se cubrió diciendo que probablemente había ocurrido en la noche y nadie se había dado cuenta, por lo que no había nada que hacer. Liz se encerró en su camarote, en un aparente ataque de histeria. El trámite por la muerte de Krest fue relativamente corto, pues un tío de Fidele Barbey era Jefe de Justicia en las Seychelles.

Pero aún quedaba la incógnita sobre quien era el asesino. Ante un comentario de Barbey sobre la entrega del pez al Smithsoniano, Liz indicó que había decidido donarlo al Museo Británico. La expresión y una repentina sudoración en el rostro de la mujer, convencieron a Bond que ella había matado a su esposo.

Esta historia fue publicada en español en formato grapa en el # 2 de la colección de James Bond de Editorial Zig Zag de Chile, el 15 de Noviembre de 1968. Imagen cortesía de colección privada.

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