EL ZORRO: LA EMBOSCADA.
Sobre
mediados de la década del 70, Ediciones Colombianas S.C.A. Edicol, en
asociación con Editorial Pinsel de Chile, bajo licencia de Walt Disney
Productions, publicaron una colección de 52 revistas con portada a color e
interior en sepia del héroe de la California hispana, El Zorro.
La
historia que reseñamos a continuación, “La emboscada”, fue publicada en el # 20
de dicha colección y tuvo como complemento “El falso vengador”.
Don
Diego de la Vega había sido invitado por el Sargento García a las maniobras que
los soldados de Los Ángeles llevaban a cabo en el Valle del Sol, con el fin de
estar listos para enfrentar cualquier amenaza, incluyendo la del Zorro.
Y
claro, cuando García despertaba en la mañana e iba a asearse, terminaba
encontrándose con que no había lugar del campamento donde no estuviese la marca
del Zorro (hasta en el fondo de las ollas) y ni siquiera había cómo dar aviso
con la corneta… ¡pues el muy bandido se la había robado!
Don
Diego “despertaba” ante tanto alboroto y salía de su tienda, justo a tiempo
para atestiguar la visita poco oportuna del Capitán Monasterio, que llegaba a
verificar cómo le iba a la tropa. Monasterio sospechaba de Don Diego y buscaba
la mínima oportunidad para probar que él era el Zorro y así llevarlo a la horca
y por eso, no le agradaba la amistad que este tenía con el Sargento García.
Ahora,
Monasterio había hecho colocar por todo el pueblo de Los Ángeles un aviso
retando al Zorro a un duelo en el Valle del Sol ese mismo día a las 6 de la
tarde. Obviamente, Diego no podía escabullirse estando Monasterio en el
campamento y si Zorro no aparecía, el Capitán tendría pruebas de la identidad
de su enemigo.
Por
suerte, Bernardo acampaba cerca y Diego se las arregló para encontrarse con él
en un lugar apartado, para que estuviera listo para lo que planeaba. Luego,
recogió en el lugar algunas plantas que sabía tenían efecto soporífero e hizo
una mezcla que introdujo en el tonel del agua que bebían los soldados. Poco
después, las maniobras del día concluían y García disponía que los soldados
aprovecharan para lavarse, tomar agua y descansar, para luego estar listos para
ocupar sus posiciones a la hora del duelo.
Don
Diego regresó a su tienda. Al dar las seis, Monasterio se regocijaba porque ya
eran las seis y Zorro no había aparecido. García y él salieron de su tienda de
campaña y se encontraron con el espectáculo de los soldados dormidos por todo
el campamento.
En
eso, apareció el Zorro. García quiso sacar su pistola; pero, el Zorro lo
desarmó de un latigazo y luego, del mismo modo, le quitó la espada y le cortó
la hebilla del pantalón, de modo que no podía ayudar a Monasterio, sin que se
le caiga el pantalón.
Zorro
y Monasterio se enfrentaron con sus látigos, aunque la maestría del héroe era
evidente, pues pronto le quitó las pistolas, las insignias de mando y
finalmente, el propio látigo. Luego, se enfrentaron con sus espadas, duelo en
el que Monasterio se creía el mejor de la comarca; pero, también fue superado
por Zorro, que terminó plasmando su marca en la camisa del oficial, para
después hacer que García atase al oficial
a un árbol (que luego se ofreció a atarse también). Mientras esto
sucedía, “Don Diego” se movía nervioso en el interior de su tienda.
Zorro
escapó en su caballo Tornado, mientras Monasterio y García pedían ayuda a
gritos. Más adelante, Zorro dejó su caballo y regresó subrepticiamente a su
tienda, para cambiar de lugar con Bernardo, que se llevó su traje. Poco
después, cuando los soldados despertaron, encontraron atados a Monasterio y
García y los liberaron. Furioso y aún desconfiado, Monasterio hizo inspeccionar
la tienda de Don Diego, que alegaba no había salido, pues él odia la violencia
y que luego se había quedado dormido y como tiene el sueño pesado, no había
sentido nada.
Obviamente,
los soldados no encontraron nada y García le preguntó a Monasterio si acaso
esperaba encontrar allí al Zorro, a lo que el oficial no respondió y más bien
se quedó pensando en que sería el hazmerreír del pueblo. Don Diego minimizó lo
que había ocurrido y aprovechó para despedirse. A Monasterio no le quedó más
que agradecerle.
En
“El falso vengador”, un misterioso personaje que se hacía llamar Don del Oro,
que parecía salido de los mitos de los antiguos habitantes Los Ángeles,
aparecía y aseguraba ser el dueño del oro y las tierras que habitaban los
indígenas y amenazaba a la tribu del lugar, si no le entregaban lo que pedía.
Poco después, Paco, el hijo del jefe indio Ramón, era apresado por robar y
confesaba que lo hacía para que su pueblo no tuviera que entregar sus tesoros.
Don Diego atestiguaba esto y pronto el Zorro investigaba lo que ocurría, hasta
descubrir el complot de un ambicioso vecino de Los Ángeles, que usaba la
superstición de los indígenas en su contra. Viéndose perseguido por el Zorro,
el hombre lo acusó a él y a la tribu ante los soldados, a los que el héroe tuvo
que detener y entregar a los indígenas, para que todo se aclarase.
Esta
historia fue publicada en formato comic grapa en el # 20 de la colección Zorro
de Edicol. Imagen cortesía de colección privada.
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