EL ZORRO: ROBO EN EL
CUARTEL.
Sobre
mediados de la década del 70, Ediciones Colombianas S.C.A. Edicol, en
asociación con Editorial Pinsel de Chile, bajo licencia de Walt Disney
Productions, publicaron una colección de 52 revistas con portada a color e
interior en sepia del héroe de la California hispana, El Zorro.
Zorro
fue creado por el escritor Johnston McCulley en 1919, apareciendo por primera
vez en su historia “The curse of Capistrano”, serializada en 5 partes en la
revista pulp All story weekly y en la que al final, su identidad secreta era
revelada a todos.
Tras
el éxito comercial de la película “The mark of Zorro” (1920) con Douglas
Fairbanks y Mary Pickford, McCulley escribió al menos 60 historias más de su
personaje a partir de 1922, la última de las cuales, “The mask of Zorro”, fue
publicada de manera póstuma en 1959, cuando el programa de TV producido por
Disney se había vuelto muy popular.
Dell
Comics empezó a publicar historias del Zorro en Four Color Comics en 1957 y en
1958, empezaron a basarse en la serie de TV, con arte de Alex Toth, para pasar
el año siguiente a Walt Disney’s Comics and Stories, también publicadas por
Dell. Luego, entre 1965 y 1974, Disney produjo varios comics del personaje solo
para consumo extranjero e incluso concedió licencia a varios países, para que
produjeran sus propias historias. Gold Key Comics publicó 9 números entre 1966
y 1968, luego de lo cual, el personaje quedó en el limbo, hasta que Marvel publicó
una miniserie de 12 números en 1990, que encajaba en las historias contadas en
la serie de TV protagonizada por Duncan Regehr. De manera más reciente, el
personaje fue retomado por Dynamite Entertainment en el 2008.
La
historia que reseñamos a continuación, “Robo en el cuartel”, fue publicada en
el # 1 de dicha colección y tuvo como complementos “El profeta” y “La victoria
de Zorro”.
En
“Robo en el cuartel”, la noticia corría como pólvora por el pueblo de Los
Ángeles: el Sargento García había sido arrestado, acusado de robar el dinero
del cuartel. El propio Capitán Monasterio interrogaba a su subordinado, quien
afirmaba no recordar nada, salvo que había salido unos minutos (a la taberna,
obvio) y que al regresar, el dinero ya no estaba. García podía ser condenado a
ser destituido e incluso fusilado por traición.
Poco
después, García acudía a la taberna para
hablar con el dueño y le decía que recordaba haber entrado; pero, que no había
bebido mucho. Sin embargo, tanto el tabernero como uno de los asistentes, le
dijeron que había bebido tanto, que habían tenido que llevarlo a rastras de
vuelta al cuartel.
En
eso, llegó Don Diego de la Vega, quien se preocupó al enterarse de la noticia y
le pidió a García que le contase lo que recordaba. Mientras eso ocurría, notó
que el tabernero y la otra persona que habían estado hablando con el Sargento,
prestaban mucha atención a la conversación.
Al
volver a casa, Don Diego le contó a Bernardo lo ocurrido y le dijo que pensaba
que el Sargento García era víctima de un complot y le encargó a su fiel
sirviente que vigilara al tabernero Angelito, a quien apodaban “El Gato”,
porque era un hábil ladrón.
Al
día siguiente, el Sargento García era suspendido y se disponía su encierro a la
espera del fallo definitivo. Mientras tanto, Bernardo se hallaba en la taberna
y escuchaba lo que se decía, oyendo decir que al Sargento le habían puesto a la
bebida. En ese mismo momento, Don Diego se hallaba en la puerta del cuartel,
donde interrogaba al soldado de guardia, quien le dijo que García había llegado
la noche del robo casi a rastras, llevado por varias personas y que él fue en
busca de un médico; pero, cuando regresó, el Sargento ya había entrado a sus
aposentos. Don Diego se quedó pensando en lo rápido que García se había recuperado.
Tras
ser informado por Bernardo sobre lo que había escuchado en la taberna, Don
Diego decidió que era hora de que Zorro resolviera el caso. Llegada la noche,
siguió al Gato y sus dos secuaces hasta una casa cercana, donde estos hablaban
de repartirse el botín, aunque el tabernero, queriendo quedarse con más dinero,
les aseguraba que no había tanto dinero en la caja que habían robado. Al entrar
a la habitación donde estaba guardada la caja con el dinero, el Gato tomó un
arma y queriendo quedarse con todo, le disparó a uno de sus secuaces; pero, no
pudo dispararle al otro, pues Zorro lo desarmó y atrapó a los bandidos.
Luego,
los dejó en las afueras del cuartel, con la caja del dinero y una nota que
aclaraba que García no era culpable del robo. Más tarde, ya libre y en la
taberna (para variar), el Sargento García aclaraba que Zorro lo había ayudado
porque le tenía miedo.
En
“El profeta”, un estafador se había ganado la confianza y veneración del pueblo
de Los Ángeles por las milagrosas curaciones que realizaba, aunque obviamente,
no consiguió curar a Bernardo. El profeta consiguió indisponer al pueblo en
contra de los hacendados y las autoridades, hasta que un aviso llegado de otra
población, demostró que se trataba de un peligroso delincuente, buscado por
varios delitos. La intervención del Zorro y los soldados, justo cuando el
“profeta” se negaba a curar a un enfermo, demostró quien era y que solo había
“curado” a sus propios secuaces. Zorro aprovechó para escabullirse, mientras el
Sargento García le agradecía su ayuda, aunque luego se dio cuenta que debía de
haberlo capturado.
En
“La victoria de Zorro”, el héroe desaparecía misteriosamente en la cercanía de
la hacienda de los De La Vega, mientras era perseguido por el Capitán
Monasterio y sus soldados. Bernardo apareció en lo alto de un risco disfrazado
de Zorro, para distraerlos y que así no vieran el desvío que seguía el héroe. Monasterio
dio la orden de dirigirse hacia la hacienda, pues pensaba que bien podría
ocultarse allí o ser uno de los empleados. Al llegar, Don Alejandro le dijo que
justo se acababa de enfrentar con el Zorro (que no era otro que Bernardo que
iba camino a cambiarse); pero, que no había podido atraparlo porque su hijo
Diego se interpuso. Ya afuera, Monasterio dio la orden de mantener vigilado el
lugar, al tiempo que pasaba el Administrador Real, el señor Vargas, que lo
acusó de inepto y amenazó con destituirlo si no atrapaba al Zorro. Monasterio
hizo capturar a una de las trabajadoras de la hacienda por unos supuestos
bandidos, para así atraer a Zorro, que sabía que era una trampa; pero, aún así
acudió y venció tanto a los “bandidos” como a los soldados. Vargas fue testigo
de lo ocurrido y destituyó a Monasterio, dejando a cargo al Sargento García,
quien se alegró, pues el Capitán la hebía asegurado que jamás tendría el mando.
Al partir, Monasterio se alegró de ver que la gente lo quería, pues tenían una
fiesta lista para él; pero, todos rieron, pues la fiesta iniciaría tan pronto
se fuera de Los Ángeles.
Esta
historia fue publicada en formato comic grapa en el # 1 de la colección Zorro
de Edicol. Imagen cortesía de colección privada.
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1 comentario:
Tengo el número 1 de esta edición acepto ofertas vivo en Santiago de Chile
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