SUPERMAN REGRESA A KRYPTON.
Esta
historia fue publicada originalmente en Superman # 61 USA (Diciembre de 1949),
contando con guión de Bill Finger, arte de Al Plastino y colores de Tom Ziuko.
En
uno de los prólogos al libro “Las mejores historias de la Edad Dorada jamás
contadas”, Mike Gold comentaba que si bien el público sabía desde tiempo atrás
que el personaje era extraterrestre, Superman desconocía aún su herencia
kryptoniana.
Todo
comenzó cuando Perry White le encargó a Lois Lane investigar a Swami Riva, de
quien se decía que era un falso adivino que estafaba a la gente y la reportera
debía hacerse pasar por una joven millonaria, para que pudiese acercarse a él y
hacerle preguntas. Esto fue escuchado por Clark Kent, quien se preocupó y
decidió ir como Superman, para estar pendiente de Lois, lo cual fue buena idea,
pues Riva la descubrió y amenazó con hacerla daño; pero, el Hombre de Acero
llegó para salvarla.
Cuando
Superman entró, Riva hizo unos ademanes y pronunció unas palabras “mágicas”,
amenazando con embrujarlo y cuál no sería su sorpresa al ver que las piernas
del héroe flaqueaban y fallaba al tratar de golpear al falso adivino.
Intentando hacerse a un lado, Riva tocó a Superman y este cayó noqueado.
Envalentonado
por lo ocurrido, Riva amenazó con embrujar a Lois si esta intentaba detenerlo;
pero, ella, preocupada, fue a atender a Superman quien, al poco de que el
villano dejara la habitación, se recuperó por completo. Más tarde, mientras
conversaba sobre lo ocurrido con el editor del Daily Planet Perry White, este acordó
no difundir lo que había pasado, porque de lo contrario, cundiría el caos,
aunque Superman estaba seguro que Riva se estaría encargando de hacer correr la
noticia.
En
efecto, Riva se había reunido con algunos grupos de delincuentes; pero, estos
no le creían y más bien se burlaban, así que los retó a demostrarlo con el robo
a la caja fuerte de una conocida empresa, del que él mismo se encargó de hacer
llegar un soplo a Clark Kent, para que este le avisara a su amigo Superman. Al
llegar al sitio del atraco, el héroe se enfrentó a los hampones, a quienes
derribó fácilmente; pero, en eso, apareció Riva, quien gesticuló y el Hombre de
Acero empezó a debilitarse, lo que fue aprovechado por los delincuentes para
golpearlo a su gusto, no pudiendo creer que fuese cierto que el falso adivino
pudiera haberlo embrujado. Luego de esto, la noticia se expandió en todos los
medios de comunicación y Riva aprovechó para empezar a extorsionar a gente de
dinero, para no embrujarlos a cambio de una fuerte suma de dinero, la que
pagaban temerosos de que si fue capaz de vencer a Superman, ellos no pudieran
hacer nada para evitarlo.
Superman
se encontraba deprimido por lo ocurrido; pero, decidió investigar y se encontró
con que Swami Riva realmente se llamaba Dan Rivers y había trabajado en el
circo de Mooch Carlin. Al consultar a Carlin, se enteró que Rivers se había ido
para dedicarse a su negocio propio, para lo cual había comprado un pedrusco
para su turbante en la joyería Acme.
Superman
acudió a la joyería, donde el dueño le dijo que como Rivers no tenía dinero
para comprar una piedra de gran valor, le vendió un pedrusco verde barato y le
dijo al héroe que tenía una muestra. Al acercarse a la vitrina donde estaba la
muestra, que era de menor tamaño a la que tenía el falso adivino en su
turbante, se sintió débil, así que dedujo que era por la piedra y no por un
hechizo de Rivers. El joyero le dio los datos de quien le había vendido la
piedra y el héroe voló en su busca y una vez que lo encontró, este le dijo que
había encontrado los dos fragmentos en ese lugar y que creía que eran parte de
un meteorito.
El
Hombre de Acero decidió entonces volar a supervelocidad para atravesar la
barrera del tiempo y seguir el rastro del meteorito hacia su lugar de origen.
Así, llegó a un lejano planeta fuera de nuestra galaxia, habitado por humanos
de gran nivel científico e intelectual, al punto que los niños de 5 años sabían
ya de Ingeniería a esa edad. Al no estar en fase con el planeta, el héroe
permanecía invisible a los ojos de los habitantes del planeta.
Al
rato, vio a un hombre con gran parecido físico con él y decidió seguirlo,
enterándose que era un científico llamado Jor-El, que había fracasado en
convencer al Consejo Científico de su planeta, Kryptón, de que su núcleo era
inestable y que pronto quedaría destruido. Jor-El, planeba enviar a su esposa
Lara y a su hijo Kal-El, a un lejano planeta llamado Tierra. Poco después,
empezó la destrucción y Lara se negó a abandonar a su esposo, así que pusieron
al bebé en la nave, que partió a tiempo de abandonar la atracción orbital del
planeta que estallaba detrás de la misma.
Superman
siguió a la nave, que llegó a la Tierra y fue encontrada por los esposos Kent,
sus padres adoptivos, comprendiendo entonces que el bebé de esa nave era él mismo
y que la misteriosa piedra era el resultado de la explosión de su planeta y al
efecto de su núcleo radiactivo, lo que explicaba sus efectos nocivos sobre él.
Luego,
se dirigió a buscar a Rivers, encontrándolo en la zona de muelles y cuando lo
vio, usó su superaliento para conseguir que el turbante cayera al río. Rivers,
convencido de tener poderes, hizo sus “ademanes mágicos”, que obviamente no
tuvieron efecto y Superman atrapó a toda la banda. Poco después, adquirió la
piedra faltante y se aseguró de lanzarla al fondo del río, esperando no volver
a toparse con ese extraño mineral, aunque él sabía que podría ocurrir. Mientras
tanto, en los noticieros se corría la voz que todo había sido una treta de
Superman, probablemente para atrapar a los villanos.
Como
dato anecdótico, la kryptonita fue mencionada por primera vez en el programa
radial de Superman, protagonizado por Bud Collier como Superman/Clark Kent,
cuando al enfermarse el protagonista y no habiendo la tecnología de grabación
que existe hoy, hubo que crear una historia acerca del héroe afectado por un
raro mineral de su planeta nativo y un actor suplente daba gemidos de dolor a
lo largo del programa. Esta historia es posterior a dicho programa.
Este
comic fue publicado en español en formato tomo, como parte de “Las mejores
historias de la Edad Dorada jamás contadas” por Editora Zinco, en 1990. Imagen
cortesía de colección privada.
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