Nueva York tiene al Hombre Araña, Ciudad Gótica a Batman, Metrópolis a Supermán y la Perla del Pacífico a una legión de personajes de ficción creados por generaciones de hábiles ilustradores que han hecho de esta urbe el escenario de toda clase de aventuras.
Una guerra entre mutantes en pleno centro de Guayaquil? ¡¡¿En el año 3250?!! Suena como algo totalmente increíble. Tanto como parecería un muchacho que arriesga su vida imitando a sus héroes de las revistas para luchar contra ladrones en la Perimetral y el Guasmo. O ¿que tal una joven policía del futuro que viaja en el tiempo para detener a criminales que cometen atrocidades en nuestra urbe?
¿Desea saber más sobre estas insólitas escenas y sus creadores? Pues son producto de la mente de artistas apasionados que buscan iniciar la industria del cómic en Guayaquil. Pero antes de conocer más sobre ellos, primero emprendamos también un viaje en el tiempo... al pasado del cómic a nivel nacional.
Historia de la historieta
Los relatos contados con dibujos en secuencia tienen inicios muy antiguos, desde cuando la alfabetización era privilegio de muy pocos, y los grabados eran el medio más sencillo de comunicar historias e ideas a la población. Así sucedió en civilizaciones tan ancestrales como Grecia y Egipto.
Pero la invención del estilo cómic se le atribuye al alemán Wilhelm Busch, que publicó una serie de dibujos y rimas bajo el título de Max und Moritz. Y algunos años más tarde, en 1896, Richard F. Outcalt difunde en un periódico del magnate estadounidense Randolph Hearts la serie "El niño amarillo". De hecho, allí nace el término periodístico "amarillismo".
Los datos anteriores quizá sean conocidos por algunos fanáticos de este género artístico. Pero lo que se ignora casi por completo es que, en ese mismo siglo, en nuestro país las caricaturas iniciaban su propia historia.
El arquitecto Melvin Hoyos, director del Museo Municipal y fanático de este género, realizó una investigación al respecto, que le reveló que los primeros esfuerzos por hacer cómics en el país nunca fueron intentos por copiar costumbres foráneas, sin tomar en cuenta la idiosincracia y las preferencias culturales de nuestro pueblo.
Según el historiador, las primeras ilustraciones secuenciadas en el país, al igual que en otras naciones, nacieron como reflejo satírico de eventos y personajes populares de nuestra sociedad. Aquello dio origen a dos productos comunicacionales relacionados entre sí: la caricatura satírica, que se desarrolla en un solo cuadro; y la ilustración de una historia en más de dos cuadros, que en un principio fue satírica para dar paso, posteriormente, a una infinidad de temas dando origen al cómic.
Hoyos también destaca que el primer ilustrador que ironiza sobre gente y hechos en el Ecuador es Francisco Martínez Aguirre, médico, literato y pintor nacido en Baba (provincia de Los Ríos), que vivió desde muy joven en Guayaquil. El medio periodístico en que lo hizo fue el semanario liberal El Perico, cuya publicación se inició el 7 de noviembre de 1885, con ilustraciones dedicadas a atacar al entonces presidente José María Plácido Caamaño.
Pero en 1890 Martínez se aleja del tema político para trabajar en la revista infantil denominada El Átomo, con dibujos de carácter religioso que buscaban educar a los lectores en asuntos éticos y morales.
Estos trabajos fueron los primeros antepasados locales de las publicaciones del guayaquileño Miguel Ángel Gómez Cruz, alias Montañola, ilustrador de la serie gráfica denominada Saeta y Raffles, publicada en El Universo desde 1924. Esos artes incluso se adelantaron a la aparición de una de las primeras revistas estadounidenses con material original; es decir, no recopilado de las tiras cómicas de los periódicos. Se llamaba Action Comics, que a mediados de los años 30 permitió el despegue del héroe que no es ni pájaro ni avión, sino el indestructible Supermán, creado por Jerry Siegel y Joe Schuster.
Superhéroes locales
Pero la imaginaria Metrópolis no ha sido la única ciudad protegida por súper héroes. El caricaturista José Daniel Santibáñez lanza a sus 18 años la tira cómica El Gato, publicada en 1978. La historia de este arquitecto italiano que utiliza sus habilidades especiales para limpiar Guayaquil de la delincuencia antecede a otros trabajos de Santibáñez, que insiste en seguir defendiendo la paz de los guayaquileños con la tira humorística Guayaquil de mis temores, y unos pocos números de las revistas Ecuador Ninja (1984) y Ficciónica, en 1992 y 1993. Esta última es la historia de una policía del futuro que llega al Guayaquil actual para defenderla de criminales de su época.
"Fueron trabajos que publiqué con recursos propios, porque en Ecuador no existe una industria del cómic, a pesar de los esfuerzos de quienes trabajamos para que este género sea considerado importante en nuestro medio", indica Santibáñez, quien por varios años estudió artes plásticas en Nueva York para mejorar su estilo.
Según Santibáñez, la deprimida economía ecuatoriana no permite desarrollar actividades consideradas "innecesarias", como la creación de historietas. "Es un negocio para países con mercados grandes, como Estados Unidos, México o Argentina, o para países con una cultura artística desarrollada, como Japón, donde el 40% de sus revistas son historietas", comenta el actual profesor de Diseño Gráfico de la Escuela Superior Politécnica del Litoral y de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo.
Santibáñez se ha sentido especialmente inclinado hacia las historias con héroes fantásticos. Mientras que el ilustrador Luis Peñaherrera Bermeo ha volcado su creatividad en personajes que reflejen la cultura e idiosincracia local; el tipo de trabajo que Hoyos destacaba en su investigación.
Aunque Peñaherrera es mejor conocido por sus caricaturas del conocido personaje Juan Pueblo, este guayaquileño de 67 años también publicó las tiras cómicas Bolón y Melloco, que representaban las ocurrencias del típico costeño y serrano en jocosas situaciones, y Cirilo, un ocurrido montuvio que amenizaba la página agraria que este diario publicada los miércoles.
Peñaherrera, cuyo seudónimo es Robin, asegura que una buena tira cómica debe presentar una altísima calidad en sus dos componentes principales: la historia y los dibujos, que no necesariamente deben ser producto de la misma persona. "El artista debe investigar mucho, porque el carácter realista de los trabajos se fundamenta en una buena investigación", afirma el actual rector del escuela de Bellas Artes. En ese cargo ha tenido la oportunidad de conocer e instruir a varios jóvenes atraídos por el mundo del cómic, aunque en el pensum de ese establecimiento solo abarca el arte clásico.
La batalla es dura para los enamorados de esta actividad, según Peñaherrera, porque a veces se convierte en un amor ingrato. "Los sindicatos estadounidenses y europeos controlan la distribución de cómics en los periódicos del mundo, quien no pertenece a uno de ellos, todo se le dificulta". Así explica que los títulos leídos en los periódicos de varios países suelen ser los mismos, porque como los sindicatos los comercializan por volumen a varios medios impresos, el creativo independiente no puede competir con ellos en materia de precio. Y en lo que respecta a revistas impresas, el poco apoyo de la empresa privada hace que sus tirajes generalmente sean pagados por los creativos. Esta situación ha impedido que la pasión por el cómic pueda convertirse en un negocio rentable en nuestro medio.
Los nuevos Superamigos
¿Qué son los superpoderes? Quizás podamos definirlos como habilidades extraordinarias que no tiene la gente común. Bajo esa definición se desenvuelve un grupo de jóvenes artistas que busca impulsar el mundo cómic en la ciudad. Sus habilidades son la creatividad y el entusiasmo para desarrollar su actividad favorita en un medio donde es considerado un arte menor. Por tal motivo llevan vidas complejas que los hace mantener dos identidades distintas (al puro estilo de una historieta de ciencia ficción): la primera, como trabajadores convencionales que se ganan la vida en ocupaciones regulares; y la otra como superartistas que no renuncian a sus personajes, a sus historias y a su sueño de darlas a conocer a un público masivo.
Pero los archienemigos que deben vencer son diversos. "Emprendí mi proyecto desde que salí de la secundaria. Pero pasaron muchos años y me di cuenta que había truncado mi sueño por falta de tiempo, por el qué dirán, porque si te ven dibujando personajes animados, te dicen grandote con muñequitos o si no tuvimos infancia", afirma Estenio Caicedo, dibujante de 34 años que en 1995 comenzó a bocetear los poderosos mutantes de su revista Animal s, la cual pudo ver impresa el año pasado.
"Algunos amigos me han dicho que mejor la ambiente en otro país, porque en Ecuador nunca pasará algo tan insólito. Pero yo creo en mi tierra, y si voy a hacer un cómic, debe suceder en Guayaquil", sentencia Estenio, que tiene una agencia de diseños publicitarios.
Érick Álava, diseñador de una empresa de artes gráficas, también ambienta sus historias en esta ciudad, o mejor dicho, en su mundo subterráneo. Su personaje Rocko, un roquero metalero que toca en su propia banda, nació a comienzos de 1993, permitiendo a su creador junte sus dos pasiones: la música rock y el dibujo de caricaturas. Aunque su intención era difundirla solamente entre el público underground, la tira cómica fue publicada en el diario El Telégrafo, y entre los roqueros de Perú, Colombia y Argentina. Hoy, Érick suele reunirse con otros chicos que comparten su afición por el dibujo. Se conocieron en la Convención del Cómic celebrada en Mall del Sol en septiembre pasado, y ahora piensan formar un Club del Cómic para, en conjunto, “lograr que este hobby se convierta en algo más”. Así lo indica Eduardo Oneto, productor de la revista Leyendas, dibujada por Mauricio Gil.
Este gran proyecto buscará que en un futuro cercano miles de guayaquileños conozcan historias como la del solitario Charlie, un joven obsesionado con el mundo cómic que, al ver su colección de revistas destruida en un incendio, se desquicia y trata de imitar a sus héroes poniendo en riesgo su propia vida. Su creador, el veinteañero Paúl Cercado, muestra con orgullo los dibujos de esta revista, Riverside, y de otra titulada Big Guy, que fueron expuestos en la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas.
Eddy Vivar, de 24 años, también ha exhibido su trabajo en la Casa de la Cultura. Aquella fue una gran experiencia para él, porque finalizó los trazados de su revista Key Life -que cuenta insólitas aventuras en el Guayaquil antiguo y moderno- en los ratos libres de su trabajo como policía metropolitano. Algo similar le sucedió a Enrique Chang, de 25 años, cuya labor en la revista Furia tuvo que ser compartida con su ocupación en el área de la albañilería. Ambos están seguros de que lograrán publicar sus ilustraciones, luego de vencer obstáculos que ya están enfrentando. Sin duda, este es un trabajo para... personas decididas a cumplir sus sueños.
Publicado en. El Universo, sección La Revista, el Domingo 16 de Mayo del 2004
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