sábado, 21 de octubre de 2017

JAMES BOND: ORO PARA LE CHIFFRE.


JAMES BOND: ORO PARA LE CHIFFRE.

Las novelas de Ian Fleming acerca de James Bond, el agente del MI6 británico, no solo fueron llevadas al cine, sino que también tuvieron su adaptación a los comics.

Ha habido ediciones inglesas, de USA, suecas, alemanas, chilenas, e incluso tiras de prensa, manga y algunas ediciones paródicas. Entre 1968 y 1970, la editorial chilena Zigzag, publicó por convenio con Albon Internacional Inc. y Glidrose Publications Inc. (Londres), un total de 59 comics adaptados de las novelas y películas o totalmente originales. El guión y adaptación estaba a cargo de German Gabler A., y el arte por Hernán Jijón. En las contraportadas y portada interior de los comics, había una sección dedicada a detallar el tipo de armas y vehículos que usaba un agente secreto.

Oro para Le Chiffre continúa el seguimiento de Bond al hombre clave de Smersh.

Un anciano regresaba a su departamento en Berlín Occidental, cuando fue interceptado por dos hombres que lo estaban vigilando y lo golpearon, dejándolo inconsciente. Los hombres, ingresaron al departamento del anciano, lo registraron y se llevaron probetas y otros accesorios químicos que había allí, luego de lo cual, se retiraron, llevándose también al anciano.

Algo después, un hombre inspeccionaba un monasterio abandonado y se disponía a informar de su hallazgo, cuando alguien lo sorprendió. Una pareja de enamorados que paseaba cerca del lugar, encontró el cadáver del hombre. La noticia se difundió y Bond, que había regresado a Londres luego de arruinar los planes de Le Chiffre, se econtraba en un entrenamiento de rutina, cuando recibió un llamado para acudir a la oficina de “M”.

“M” informó a Bond que el Profesor Karlheinz Schön, un científico de alrededor de 60 años y que aparentemente había descubierto un método para obtener oro de casi cualquier otro metal, había sido secuestrado. Pocos días antes de desaparecer el científico, Pierre Leduc, hombre de confianza de Le Chiffre, había llegado a Berlín y por la descripción de testigos, parecía ser uno de los captores. Un agente birtánico destacado en Berlín había seguido el rastro hasta un viejo monasterio fuera de la ciudad; pero, fue hallado muerto, aparentemente estrangulado y con el curioso detalle de tener polvo de oro en su ropa.

Por instrucción de “M”, Bond fue a ver a “Q”, quien tenía una nueva arma para él. Eran unos cigarrillos que tenían una pequeña carga explosiva que al activarse, lanzaba un dardo con un potente veneno. Bond debía tener cuidado de no tocar los dardos, pues el veneno actuaba incluso a través de la piel.

Ya en Berlín Occidental, Bond fue recibido por el agente Smith de la “Estación Q”, quien le dijo que no sabíam exactamente dónde quedaba el monasterio, pues el agente asesinado no había alcanzado a informarles. Bond le dijo a Smith que se haría pasar por un Arquitecto interesado en conocer edificicaciones antiguas. Smith le dejó el carro para lo que necesitara.

Al día siguiente, Bond averiguó en la Oficina de Turismo en Berlín, que el monasterio más cercano era el de Gartenburg, por lo que se dirigió hacia esa población y se hospedó en la posada; pero, no consiguió que nadie quisiera ayudarlo a llegar al monasterio, pues parecían temer a la presencia de espantos en el lugar. Cuando volvió a la posada, conversó con la hija del dueño y esta se ofreció a llevarlo. Ninguno de los dos notó que un hombre los observaba con mucha atención y salió para hacer una llamada, avisando que había un hombre preguntando por el monasterio y recibiendo la orden de acabar con el intruso.

La mañana siguiente, Bond y Helen emprendieron el recorrido a pie hasta el monasterio, que quedaba a media hora de camino. El hombre que los había estado observando, los vigilaba desde lo alto de un promontorio y se las arregló para hacer rodar una enorme roca, con el ánimo que los aplastara; pero, el ruido de pequeñas piedras al caer, alertó al 007, que alcanzó a agarrar a la joven y apartarse a tiempo. Sin embargo, al caer, Helen se lastimó un tobillo, por lo que tuvo que regresar a la posada, mientras Bond siguió el camino al monasterio abandonado.

Al llegar, Bond ingresó y empezó a recorrer el lugar, llamándole la atención que una de las habitaciones estaba particularmente limpia, para ser un sitio abandonado. En eso, escuchó que alguien se acercaba y se ocultó detrás de un muro a medio derruir, viendo entonces a un grupo de personas que ingresaban a la habitación en la que él había estado y como al accionar una argolla que había en el lugar, se abrió una trampilla en el suelo, que permitía acceder a un sótano. Bond decidió regresar más tarde; pero, al momento en que iba a salir, una sombra lo alertó de que un hombre armado con un cuchillo, lo esparaba escondido en la salida, así que pudo sorprenderlo y acabar con él, luego de lo cual, ocultó el cadáver.

Ya en la posada, redactó un informe en clave, lo puso en un sobre y se lo entregó a Helen, diciéndole que en realidad él era un agente de Interpol y que si no regresaba, ella debía entregar el documento en la dirección indicada, pidiéndole que guarde absoluto silencio sobre el tema.

Llegada la noche, Bond regresó al monasterio, accionó la argolla y bajo al sótano, viendo que había un amplio corredor y al final, se veía luz. Avanzó y se encontró con una enorme bodega, bien iluminada, donde estaba el Profesor Schön, junto a otros hombres, que salieron al terminar la jornada. Al acercarse, Bond notó que había oro en el lugar, por lo que parecía que las teorías del científico eran ciertas; pero, cuando quiso hablar con Schön, diciéndole que estaba allí para rescatarlo, el anciano gritó pidiendo ayuda.

Bond intentó escapar; pero, fue impedido de hacerlo por varios hombres armados y ante él apareció Pierre Leduc, quien le preguntó quien era, contestando que era un ermitaño que buscaba algo de paz, ante lo cual el hombre de Le Chiffre lo golpeó y dispuso que fuera azotado con el látigo eléctrico. El 007 soportó todo cuanto pudo, aunque finalmente terminó desmayándose.

Cuando Bond despertó, se encontró en una celda, vigilado de cerca por un hombre armado con una ametralladora. Bond tenía aún los cigarrillos especiales en uno de sus bolsillos y le pidió al guardia que le permitiera fumar, antes que este llamara a Leduc. Poco después, el guardia caía muerto por el dardo del cigarrillo y Bond tomó su arma y salió de la celda, volviendo a la bodega donde estaban Schön, Leduc y los demás hombres. Schön mostraba orgulloso los pedazos de oro obtenidos y manifestaba que era la hora de su gloria y de hacer morder el polvo a los que se habían burlado de él.

Bond disparó hacia la fuente de energía del lugar, causando una explosión  y el consiguiente incendio, aprovechando la confusión para matar a los hombres que trabajaban para Leduc. Las explosiones se sucedían una tras otra, ocasionando que el lugar se derrumbara, alcanzando el 007 a salir a tiempo; pero, fue sorprendido con un fuerte golpe detrás de su cabeza, con una piedra lanzada por Leduc.

Bond cayó aturdido al piso, casi sin poder moverse, mientras Leduc lo amenazaba con su pistola y advirtiendo que de nada servía lo que había hecho, pues aún contaban con Schön para producir más oro. Sin embargo, Schön, que salía en ese momento apuntando un arma hacia los dos hombres, le dijo a Leduc que eso no era así, que ya no seguiría trabajando para él, pues ahora su objetivo era la gloria y vengarse de los que le habían quitado la cátedra y lo habían humillado.

Leduc intentó desarmar a Schön; pero, este le disparó 3 veces, cayendo muerto el hombre de Le Chiffre. Ahora, solo quedaba Bond ante él y el anciano estaba a punto de disparar, cuando de manera providencial, su cuerpo se empezó a convulsionar, cayendo muerto por un incidente cerebrovascular. En ese momento, llegó Helen en busca de Bond, pues se había quedado preocupada por él y lo ayudó a levantarse.

Ya en camino de regreso a la posada, Helen sintió una molestia en el pie que se había lastimado, por lo que Bond tuvo que cargarla. Al rato, sin embargo, Bond también alegó tener un pie lastimado, así que se sentaron para descansar un rato y conocerse mejor. ¡Total, los planes de Le Chiffre se habían arruinado de nuevo!

Esta historia fue publicada en español en formato grapa en el # 5 de la colección de James Bond de Editorial Zig Zag de Chile, el 30 de Diciembre de 1968. Imagen cortesía de colección privada.

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